4.5.14

Alba.

Eres como ese sueño que enterré atado a mil cadenas, a dos mil metros de profundidad del nivel del suelo, y al que me hubiera apostado tres mil millones de dólares a cualquier número de la ruleta a que nunca se cumpliría. Eres esa sonrisa sin ni siquiera haber abierto los ojos, ese atardecer al que todo el mundo fotografiaría por si nunca más volvían a ver algo tan maravilloso, eres como el llanto de un bebé para esa madre que lo acaba de engendrar, quizá como el sexo, más suave o más duro pero siempre tan ansiado, a veces, tan tabú.

Joder, eres ese minuto de satisfacción al rozar la victoria con la punta de los dedos, eres el orgasmo más grande que cualquiera haya podido experimentar, eres luz en un puto duelo de tinieblas, y ¿cómo no? Lo que sí que sí, eres todo para alguien como yo.

Alguien, que nunca pensó recobrar nada, alguien que aseguró su vida a todo riesgo, porque ella no sabría cuidarla, ese alguien que un día no sabía si deseaba hacer puenting por las sensaciones que ello conlleva o por jugar con su suerte, por darse a sí misma, lo que nadie le daba.

Y entonces, justo en el momento en que la vida, parecía haber perdido esa sonrisa que siempre brillaba en la comisura de sus labios, vienes y recoges todos esos trastos que ya, parecían parte del suelo, y los ordenas, retiras los tres mil millones de dólares de un número que jamás tocaría, te hundes a dos mil metros de profundidad del nivel de la tierra, y no es que quites esas mil cadenas, es que ya no sé donde has podido dejarlas.




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